24 de Enero 2022
MÚSICA: PUBLICIDAD, BARBARIE Y LIBERACIÓN
El hombre recurre a la cultura para reflejar el mundo en que vive
Escribe: Hortense Duprey
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Se ha hecho costumbre que a comienzos del verano nos ataque e invada el Hit del Verano.
Incluso a partir del cambio de siglo asistimos a la particularidad que ellos sean jingles publicitarios. Celulares, empresas proveedoras de servicios de Internet, cervezas o cualquier otro producto pasan a formar parte del silbido matinal, del tarareo bajo la ducha o a ser el tema más bailado del boliche.
Las agencias de publicidad han aprendido que en nuestra sociedad sobrecomunicada, la única forma de lograr conquistar un lugar en la mente del consumidor es emitiendo mensajes relevantes a las personas, hecho que se logra inmiscuyéndose en los valores y gustos culturales de ellas mismas.
Parece ser que en este presente hiperconsumista, la música sea llamada a interpretar el papel del convincente y astuto vendedor.
La música polifuncional y polifacética, ha encontrado en otras épocas históricas disímiles funciones.
Por ejemplo a mediados del pasado siglo XX, pocos hubiesen imaginado una íntima relación entre la música y los campos de concentración. Dos mundos extraños entre sí, se encontraban.
Variadas investigaciones sobre el período entre guerras y de la segunda contienda mundial han recogido diversos testimonios que revelan su cohabitación durante el "Tercer Reich".
Esta dictadura instauró el terror en todos los ámbitos, y por supuesto en la vida cultural.
La cámara de propaganda del partido nazi, a partir de su arrebato del poder en 1933, dispuso un férreo control sobre los diferentes ámbitos culturales; como el teatro, el cine, la radio y la música.
Cuando se inauguraron los campos de concentración, fueron a parar allí todo aquel que fuese considerado como degenerado por las absurdas leyes alemanas.
Obviamente muchos de ellos fueron músicos profesionales, semi profesionales y amateurs que llevaron su vocación a la clandestinidad.
Pero para muchos significó otra cosa más.
Todas las personas que supiesen tocar algún instrumento vieron atravesar su aprisionada vida por lo musical. Diariamente eran obligados a interpretar melodías que los oficiales alemanes les exigían, no con el fin de deleitar y/o relajar a los detenidos sino para someterlos aún más a trabajos forzados y, por sobre todo, para impedirles que reflexionen y piensen puesto que su atmósfera espiritual –último bastión de la dignidad humana- era invadida intensamente por la estética musical alemana ensombrecida por todo lo que ocurría en los campos de concentración.
Los músicos en ocasiones, debido a su condición, se aseguraban diminutos privilegios que no representaban más que la comida para sobrevivir. Utilizaban la música como moneda de cambio.
Entre estos músicos predominaba un sentimiento de culpa, ya que en ocasiones eran obligados a hacerse cómplices de las autoridades acompañando musicalmente la ejecución de algún prisionero.
El caso del gueto de Theresienstadt, nombre germanizado de la ciudad checa de Terezin, es bastante particular. Allí las condiciones de vida eran relativamente mejor ya que era un lugar de transición antes de la deportación hacia Auschwitz, pero por sobre todo servía también de escena de propaganda de los nazis frente al mundo.
A este gueto fueron deportados varios músicos judíos. Uno de estos compuso una obra que fue tocada en el gueto por niños del campo en septiembre de 1943. Luego fue interpretada 55 veces más! En tal contexto es irrespetuoso cuestionar la cualidad humana de estos artistas, como tampoco su cualidad artística o estética musical, puesto que no se trataba de estética sino de sobrevivir.
El contexto histórico fue determinante para esta práctica musical, llamada "Arte de los campos", y por eso aquella representa una fuente de investigación tanto artística como histórica.
Estos ejemplos no son para nada comparables, simplemente sirven de ejemplo para mostrar los usos que el ser humano puede darle al arte que produce. En definitiva, como bien dice el reconocido cantautor León Gieco "…La música es una cosa amplia, sin límites, sin fronteras, sin banderas…".
Por suerte, artistas como él o como fue nuestro vecino Pappo hicieron de la música un deleite para el espíritu como también una herramienta liberadora, más allá de las tonalidades y el volumen de los acordes y entonaciones vocales.